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Majestades,
excelencias,
queridos hermanos obispos,
queridos amigos:
Os saludo con alegría a todos vosotros aquí presentes, mientras inicio mi primera visita a Oriente Medio desde mi elección a la Sede Apostólica, y estoy contento de poner los pies en el suelo del Reino Hachemita de Jordania, una tierra tan rica en historia, patria de tan numerosas civilizaciones antiguas, y profundamente llena de significado religioso para judíos, cristianos y musulmanes. Agradezco a Su Majestad el rey Abdalá II por sus corteses palabras de bienvenida y el dirijo mis particulares felicitaciones en este año que marca el décimo aniversario de su subida al trono. Al saludar a Su Majestad, extiendo de corazón mis mejores augurios a todos los miembros de la Familia real y del Gobierno, y a todo el pueblo del Reino. Saludo a los obispos aquí presentes, especialmente a aquellos con responsabilidades pastorales en Jordania. Me dispongo con alegría a celebrar la liturgia en la Catedral de San Jorge mañana por la noche y en el Estadio Internacional el domingo junto a vosotros, queridos obispos, y con tan numerosos fieles confiados a vuestro cuidado pastoral.
He venido a Jordania como peregrino para venerar los lugares santos que han tenido una tan importante parte en algunos de los acontecimientos clave de la historia bíblica. Sobre el Monte Nebo, Moisés condujo a su gente para echar una mirada a la tierra que se convertiría en su casa, y aquí murió y fue sepultado. En Betania más allá del Jordán, Juan Bautista predicó y dio testimonio de Jesús, a quien él mismo bautizó en las aguas del río que da el nombre a esta tierra. En los próximos días visitaré ambos lugares santos y tendré la alegría de bendecir las primeras piedras de las iglesias que serán construidas sobre el lugar tradicional del Bautismo del Señor. La posibilidad de que la comunidad católica de Jordania pueda edificar lugares públicos de culto es un signo del respeto de este país por la religión y en nombre de los católicos deseo expresar cuánto aprecio esta apertura. La libertad religiosa es ciertamente un derecho humano fundamental y es una ferviente esperanza y oración mías que el respeto de los derechos inalienables y de la dignidad de todo hombre y mujer llegue a ser cada vez más afirmado y difundido, no sólo en Oriente Medio sino en todas partes del mundo.
Mi visita a Jordania me ofrece la grata oportunidad de expresar mi profundo respeto por la comunidad musulmana y de rendir homenaje al papel de quía que lleva a cabo Su Majestad el Rey al promover una mejor comprensión de las virtudes proclamadas por el Islam. Ahora que han pasado algunos años desde la publicación del Mensaje de Ammán y del Mensaje Interreligioso de Amman, podemos decir que estas nobles iniciativas han obtenido buenos resultados al favorecer una alianza de civilizaciones entre el mundo occidental y el musulmán, desmintiendo las predicciones de aquellos que consideran inevitables la violencia y el conflicto. En efecto, el reino de Jordania está desde hace tiempo en primera línea en las iniciativas dirigidas a promover la paz en Oriente Medio y en el mundo, alentando el diálogo interreligioso, apoyando los esfuerzos para encontrar una solución justa al conflicto palestino-israelí, acogiendo los refugiados del vecino Iraq, e intentando frenar el extremismo. No puedo dejar pasar esta oportunidad sin traer a la mente los esfuerzos de vanguardia en favor de la paz en la región hechos por el anterior rey Huseín. Como parece oportuno que mi encuentro de mañana con los líderes religiosos musulmanes, el cuerpo diplomático y los rectores de la Universidad tenga lugar en la mezquita que lleva su nombre. Que su empeño por la solución de los conflictos de la región pueda seguir dando fruto en el esfuerzo por promover una paz duradera y una verdadera justicia para todos aquellos que viven en Oriente Medio.
Queridos amigos, en el Seminario celebrado en Roma el pasado otoño en el Foro Católico-Musulmán, los participantes examinaron el papel central llevado a cabo, en nuestras respectivas tradiciones religiosas, por el mandamiento del amor. Espero vivamente que esta visita y en realidad todas las iniciativas programadas para promover buenas relaciones entre cristianos y musulmanes, puedan ayudar a crecer en el amor hacia el Dios Omnipotente y Misericordioso, como también en el amor fraterno mutuo. Gracias por vuestra acogida. Gracias por vuestra cortesía. ¡Que Dios conceda a sus Majestades felicidad y larga vida! ¡Que Él bendiga a Jordania con la prosperidad y la paz!
[Traducción por Inma Álvarez
© Copyright 2009 - Libreria Editrice Vaticana]
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