domingo, 27 de abril de 2008

A RITMO DE LOS TIEMPOS LITÚRGICOS


La fiesta de Pentecostés nos suena a comunidad: “Estaban juntos”; a fuerza del Espíritu: “Viento recio”; a llama de amor: “Como llamaradas”; a entendimiento y universalidad: “Don de lenguas”.
Son diversos signos y distintas manifestaciones del Espíritu Santo. Hoy se cumple la promesa de Jesús, hoy los discípulos son bautizados en el Espíritu Santo y fuego; hoy la comunidad cristiana empieza a cumplir la misión que se le había encomendado, la de anunciar el Evangelio.
En Pentecostés, los judíos conmemoraban la entrega de la ley y ofrecían las primicias de las cosechas. En pentecostés, los cristianos, recibimos el Espíritu Santo, que es para nosotros ley y abundancia de frutos.
Creemos en el ESPÍRITU SANTO,
cuando tenemos una esperaza total en la vida
a pesar de nuestras caídas y nuestras dudas.

Creemos en el ESPÍRITU SANTO,
cuando se siente la desesperación
y sin embargo se experimenta un consuelo interior que nada ni nadie nos puede quitar.

Creemos en el ESPÍRITU SANTO,
cuando experimentamos el desgarrón de la muerte propia o ajena
y la sabemos asumir con fe y esperanza.

Creemos en el ESPÍRITU SANTO,
cuando aceptamos libremente una responsabilidad
aunque no tengamos claras perspectivas de éxito y utilidad.

Creemos en el ESPÍRITU SANTO,
cuando vivimos con serenidad y perseverancia la existencia de cada día,
a veces amarga, decepcionante y aniquiladora,
y la aceptamos con una fuerza cuyo origen no podemos abarcar y dominar.

Creemos en el ESPÍRITU SANTO,
cuando nos entregamos sin condiciones
y el caer se convierte en un verdadero estar de pié.

Creemos en el ESPÍRITU SANTO,
cuando en el fondo de nuestros interrogantes y nuestros conocimientos
nos sentimos abrazos por un misterio que nos acoge y nos salva
y que lo experimentamos como el fondo más auténtico de nuestro ser.

Creemos en el ESPÍRITU SANTO,
cuando vivimos la tinieblas del aparente sin sentido de nuestra vida
porque esperamos una promesa que no podemos entender.

Creemos en el ESPÍRITU SANTO,
cuando vivimos las experiencias fragmentarias del amor, de la belleza y de la alegría
como promesa de Amor, la Belleza y la Alegría que un día recibiremos junto a Dios.

Creemos en el ESPÍRITU SANTO,
cuando somos capaces de orar en medio de las tinieblas y del silencio
sabiendo que siempre somos escuchados,
aunque no percibamos una respuesta que se pueda razonar.

No hay comentarios: